
Sintieron en la cara un aire frío al abrir la puerta de la habitación a oscuras. Su miedo fue superado por la impresión de lo que veían. En medio de la habitación había una vieja cuna de hierro y de allí venía el llanto que se oía cada vez más fuerte. Se inclinaron sobre la cuna, esperando ver al bebé que estaba llorando. Rose extendió una mano para acariciarle la cabecita y apartó las mantas que lo cubrían. La cabeza cayó hacia un lado y rodó fuera de la almohada. Entonces dejaron de escuchar el llanto.
Los tres se quedaron paralizados y sin aliento. Empezaron a sudar. Se trataba de la cabeza de una muñeca, no era la de un bebé.
En ese momento dos esqueletos vestidos con ropas podridas entraban en el dormitorio a través de la puerta y los tres niños gritaron con todas las fuerzas que les quedaban. Uno de los esqueletos, el que iba vestido de mujer, los miró y dijo:
Los tres se quedaron paralizados y sin aliento. Empezaron a sudar. Se trataba de la cabeza de una muñeca, no era la de un bebé.
En ese momento dos esqueletos vestidos con ropas podridas entraban en el dormitorio a través de la puerta y los tres niños gritaron con todas las fuerzas que les quedaban. Uno de los esqueletos, el que iba vestido de mujer, los miró y dijo:
¡¡CHSSS.. NO DESPERTÉIS AL BEBÉ!!
RAQUEL FERRANDO 1ºC
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