BLOG DEL DEPARTAMENTO DE LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA DEL IES BAJO ARAGÓN (ALCAÑIZ)

UN BLOG PARA PENSAR, CREAR Y APRENDER

viernes, 23 de enero de 2009

HORRIBLES HAMBURGUESAS

Hola, soy Roberto Morero pero mis amigos me llaman Richi. Tengo cuarenta y dos años y soy castaño, tengo los ojos azules y soy un poco regordete. Me gusta mucho jugar a la play a pesar de mi edad y soy escritor, aunque a mí no me gusta escribir libros me gusta escribir sueños, porque si te acuerdas de un sueño ves una parte de ti y siempre lo recordarás de él, al menos eso es lo que pienso yo. Pero vayamos al grano hoy os voy a contar un sueño, bueno más que un sueño una pesadilla pero no tiene ni una pizca de miedo, al contrario es bastante graciosa:

Esa noche había cenado mucho como casi siempre, pero esta vez me había atiborrado de hamburguesas y me fui a dormir con la tripa muy llena, pero a pesar de ello me dormí enseguida. Ahí empezó mi sueño, estaba en un país muy raro, todos tenían la cara de pieza de fruta o de primer plato e incluso de carne o pescado, pero había una curiosidad más, todos llevaban una pegatina en la que ponía:-Aventura de la hamburguesa, para visitantes valientes y atrevidos. Al primer señor que pasó le pregunté que dónde estaba la aventura de la hamburguesa, él señalo hacia el bosque donde había nada, le volví a preguntar y me volvió a señalar hacia el mismo lado también me dijo que si quería que él me acompañara y yo le dije que sí. Le seguí durante un largo rato hasta llegar a unas taquillas donde me dijeron que si quería entrar a la aventura, y yo, tan ignorante en un país tan raro y en él que no sabía nada de sus macabras costumbres dije que sí.

Entré en el bosque estaba todo muy oscuro y cuando no llevaba aún ni cinco minutos andando me encontré con una hamburguesa gigante que me dijo:
- Te voy a comer- todo parecía tan real que eché a correr porque aunque se suponía que era un juego me entró miedo, ella me seguía con su boca babeante y de repente empezaron a salir de todos los lados. Las dejé un poco atrás y aproveché para esconderme en el hueco de un árbol. Entré en el hueco, me acurruqué bien para que no me vieran, y entonces es cuando vi una inscripción en la que decía:- Costumbre Nº 1- Intentar que los visitantes entren al bosque para que las hamburguesas se los coman.- Entonces comprendí que me habían engañado, salí de mi escondite y fui corriendo en dirección contraria de las taquillas. Me di cuenta que las hamburguesas me seguían de cerca, entonces corrí aún más, de repente salí del bosque, pero cuando creía que estaba salvado descubrí que allí había un precipicio, me paré, y mientras pensaba donde ir llegaron ellas. Se pusieron alrededor de mí formando un círculo y cuando iban a probar a ver si estaban bien de sal sentí una presión asfixiante en el pecho y, de pronto, me desperté. Estaba vomitando de tantas hamburguesas que había comido. Desde entonces siempre intento comerme todas las hamburguesas que pueda par vengarme de aquel horroroso sueño.

FIN.

Helio Rubio Antolín Miércoles 21 de enero de 2009

martes, 20 de enero de 2009

EL MACHO CABRÍO

¡Por fin!, ¡Vacaciones! Mi amigo Alberto y yo ,habíamos hecho grandes planes para el verano.

Pretendíamos ir a la playa, o a la montaña.

Nosotros como somos muy pueblerinos decidimos ir a la montaña.

Partimos el lunes por la mañana desde su casa, puEs está más cerca del monte. Al llegar al monte, montamos las tiendas de campaña y colocamos la comida sobre la manta del picnic. Llegó la hora de comer y sacamos nuestros deliciosos bocadillos de jamón y los devoramos ferozmente.

Por la tarde exploramos la zona provistos de nuestros garrotes, por si los lobos……….Encontramos dos serpientes e hicimos que se pelearan entre sí.

Al caer la noche nos tomamos nuestros bocadillos, oímos aullidos de lobos en las cercanías. ¡No! ¡Habíamos olvidado encender la hoguera para ahuyentar a los lobos! ¡Estábamos perdidos nada nos podía salvar! Vimos unas sombras entre los árboles, eran los lobos, se fueron acercando hacia nosotros acorralándonos. Pero una sombra apareció de la penumbra y embistió a los lobos uno a uno.

No nos dio tiempo a ver nada. Por fin nos atrevimos a abrir los ojos, ante nosotros se posaba un macho cabrío de dos metros de altura aproximadamente comiéndose nuestros bocadillos, bueno, o lo que quedaba de ellos y desapareció. Fuimos corriendo y llorando a casa, pero siempre recordaremos a aquel héroe sobre cuatro patas que nos había salvado la vida.

RAÚL MONSERRATE. 1º ESO B.

MI YAYO JOSÉ

Mi abuelo materno es un hombre alto y delgado, pero sano como una manzana colorada, en marzo cumplirá 88 años, que no son los de una persona precisamente joven. Tiene el pelo blanco como la nieve y una cara muy finita poblada por arrugas. Sus ojos son azules. Es muy tranquilo aunque un poco gruñón (como todos los “yayos”, ¿no?). No habla mucho aunque, si quiere, también participa en las conversaciones. También come y duerme mucho.
Le gusta jugar a las cartas y leer, pero de vez en cuando va a buscar agua a la fuente y hace cortos paseos. Siempre que va a algún sitio le siguen nuestros cuatro gatos, y les llama (no de nombre) de una forma muy graciosa: “¡Mish, mish!”
Mi abuelo vivió durante la guerra y la dictadura, se quedó viudo con 64 años. Tiene dos hijos: Pascual y Antonio; y una hija, (que es mi madre): Mª Ángeles. Y también tiene 7 nietos, de los cuales cuatro son chicas y tres son chicos. Su madre se llamaba Pascuala y su padre Juan, es hijo único.
Desde que mi abuela no está, vive con nosotros.
Yo le quiero mucho y en mi opinión es muy buena persona, es que es…:

O S É
J
M O
I Y
Y A

ROSA CARMEN BONO. 1º ESO B.

lunes, 19 de enero de 2009

PECES DE COLORES

Me levanté temprano porque íbamos a hacer snorkelling, como allí llamaban al buceo., Fuimos al final de una de las únicas calles de aquel pueblo. Nos reunimos con otros turistas que también iban a bucear. Nos montamos en la barca y tuvimos que rodear todo el arrecife para no causarle daño. Allí al borde del arrecife para bucear, mi padre fue el más atrevido y se metió en el agua enseguida. Mi hermano y yo nos quedábamos boquiabiertos con lo que él nos contaba. No pudimos más y aún pensando en que había tiburones por allí (aunque solo fueran tiburones nodriza), nos metimos en el agua. Fue una de las impresiones más grandes de mi vida, cuando vi. Tal cantidad de peces de todos los colores.

Los había verdes, rojos, azules, negros…. Era imposible ver todo lo que allí había. Debía de cubrir unos cuatro metros aunque se veía perfectamente hasta unos veinte metros hacía delante.
Más tarde nos fuimos por nuestra cuenta a un lugar muy tranquilo, apartado de aquél pequeño pueblo. Nada más zambullirnos vimos un pez luna que yo conocía muy bien. Debía de cubrir dos metros o tres y en algunos lugares seis y siete metros. Aquello fue espectacular.

Una semana más tarde volvíamos a casa, con la mente llena de todas las aventuras que habíamos vivido y sin saber lo que llevábamos en nuestro equipaje. Cuando descargamos las maletas, descubrimos que llevábamos….¡un cangrejo ermitaño en una de las conchas que cogimos! Lo cuidamos cuanto pudimos, pero, al no estar en su hábitat, murió.
Aquella fue la peor noticia de mi viaje a Costa Rica.

(Basado en hechos reales)


Manuel Carela Ferrer.

SHIRA, mi perra.

Shira es mi perra, es cruce de husky y pastor alemán.
En torrecilla casi nunca pasa nada y todo el pueblo se entera si ocurre algo. Vimos que había un perro rondando por el pueblo, que nadie sabia quien era su dueño ni cual era su nombre. Yo estaba en el colegio, que era el último día e hicieron una convivencia. Hicimos una excursión por el pueblo y de repente vi a mi madre con un perro enorme siguiéndola. Todos me preguntaban si era mío y yo les contestaba que no. Cuando fuimos a comer a la pista, mi madre llegó muy triste pero con ese perro aún siguiéndola. Mi madre estaba triste porque al perro le habían pegado o maltratado y estaba lleno de garrapatas. Mi madre se fue a casa dejando al perro fuera, pero empezó a arañar la puerta, y mi madre le sacó comida para que se estuviera quieto, tampoco paró, el perro no quería comida a pesar de que estaba hambriento, solo quería a mi madre. Mi madre recorrió todo el pueblo buscando a alguien que la ayudara, pero se le hizo tarde y fue a por mi comida. Cuando llegó a la pista los niños pequeños tiraban piedras al perro. Yo le di mi bocadillo al perro ya que se me había ido el hambre, por ver a mi madre triste y porque estaba muy nerviosa. Yo tenía otro perro por eso mi madre no quería llevarla a casa, pero no le quedó otra opción. Los dos perros se llevaron bien. Estuve días preocupada porque viniera el dueño y se la llevara. Seguíamos sin saber su nombre, mi madre al principio creía que era macho y le llamó Rex porque se parecía al de la serie. Un amigo nos dijo que la llamáramos Venus y una niña de cuatro años nos dijo que le pusiéramos Cristina, pero nos quedamos con Venus. Llamámos a un veterinario para que mirara si estaba bien. Semanas más tarde, cuando ya le habíamos cogido cariño, llamó su dueño y vino a Torrecilla. Habló con mi madre y, aunque parezca mentira, nos la regaló. Mi antiguo perro y ella empezaron a llevarse peor, y él se volvió muy agresivo y me mordió. Mis padres, que ya llevaban la cuenta de las veces que me había mordido, decidieron sacrificarlo. Yo me puse muy triste pero no tanto como cuando murió Katy, otra perra que tuve.
El dueño nos dijo su nombre era Shira. El otro perro, Lucky, antes de sacrificarlo no dejaba en paz a Shira y ella ya le había dado más de un susto.
Ahora Shira es muy tranquila y juguetona, le encantan las piedras y su peluche, al que ha arrancado los ojos, la nariz y una pata. Cuando vamos a dormir cerramos la puerta del salón, pero ella la abre y sube a dormir con nosotros. Duerme encima de mis piernas y como pesa tanto no puedo moverme. Cuando sueña tiembla y gruñe y a veces me asusta. Esta es la historia de Mi perra Shira.

Shira de cachorro vivía en un piso y cuando creció se la dieron a un señor que la tuvo atada a un palo, el se la dio a otro chico al que se le escapó del coche y llegó hasta nosotros intentando volver a su casa.
Marina Beguer Centelles. 1º eso B

miércoles, 14 de enero de 2009

UNA HISTORIA INCREÍBLE

La historia que os voy a contar ha pasado de generación en generación, en mi familia, espero que os guste. Trata de un pirata llamado John Barañan, salió en busca de un tesoro, “el Corazón de Oro”. John era capitán, se hacían llamar “los piratas”, la verdad es que no pensaron mucho en el nombre, era una tripulación que había de todo; grandes, pequeños, gordos, flacos…etc.
Estaban frente a la isla de java llena de volcanes, tiburones, animales salvajes, el capitán Johnny cogió un bote, junto con cinco hombres de su tripulación, que son: Tuerto, Zorro, Piel Blanca, Chiqui y Bucarón. Ya en la isla, Jonh llevaba el mapa, tenían que ir “al corazón de la isla”, así que emprendieron el viaje hacia la selva. En la selva piel blanca y tuerto hicieron una apuesta, ver quien mataba mas monos, pero gano piel blanca, a que tuerto como dice le nombre no veía muy bien y no dio una. Ya estaban en el corazón de la isla, había una cascada, John se dio cuenta de que detrás había una cueva, se adentró en la cueva, tras pasar muchas pruebas, encontró el corazón, cuando se dirigían al bote, se perdieron, pero gracias a la orientación de zorro les ayudó a encontrar el bote.
Al capitán John Barañan siempre se le recordó, por haber encontrado el corazón de la isla de Java.
Esta historia me la contaba mi abuelo cuando tenía 5 años . Espero que os haya gustado.
Y fueron felices y comieron perdices.

VERÓNICA BARAÑÁN. 1º ESO A.



EL LAGO DE LOS DIAMANTES

Aquel día de verano, un día de esos en los que uno no sabe qué hacer, que por más que pienses algo para divertirte un poco, no consigues sacar de la cabeza mas que: “¡Uf qué calor! ...”
Todos de vacaciones y yo allí, sentada en la calle bajo el sol, que parecía querer quemar mis pensamientos. Una nube lo tapó, fue entonces cuando mi cerebro se enfrió y vagamente asomó a mi cabeza la gran idea de ir abañarme al Lago de los Diamantes. Siempre me había gustado ir allí. Sus aguas brillaban como las joyas que su nombre indicaba. Una gran cascada lo llenaba de vida y le daba de beber, y sus alrededores rebosantes de flores de colores, de diversos tamaños y formas, lo hacían alegre y muy confortable. El lago se situaba al lado de mi pueblo, en el centro de un frondoso bosque.
Cuando llegue me puse mi bañador y me zambullí en sus aguas llena de euforia y entusiasmo, y, era curioso, cada vez que iba allí me sentía llena de energía y felicidad.
¡Ahh!, aquello era vida, si señor, vida de verdad.
Mientras me bañaba me pareció ver algo brillante, deslumbró mis ojos, detrás de la cascada nade hacia allí pero tuve que retroceder, aquel lugar brillaba demasiado; decidí mirarlo por debajo del agua.
Era una puerta, no podía saber nada más. Salí del agua y la entrada a lo desconocido dejo de brillar, (vi entonces que estaba hecha con diamantes) y se abrió. No lo dudé, salí del agua y cogí mi ropa. La sostuve en mi mano sin que se mojara hasta que llegué a la entrada que llevaba a… ¿quién sabe dónde? Por un largo pasillo iluminado con antorchas todo, absolutamente todo, hecho de diamantes. Me vestí. Entré. Dudé un momento, pero la puerta se cerró tras de mí. Avancé temerosa, y de pronto, caí, caí, caí, caí…por un estrecho agujero. Aterricé en una superficie lisa y helada.
Comprendí que estaba hecho de diamante. Entonces vi correr un extraño personaje por un pasillo que parecía llevar a una especie de ciudad (toda hecha con diamantes, ¿cómo no?). Le seguí y entré en aquel extraño lugar, en la entrada había unos seres que me miraban extrañados. Uno de ellos comenzó a hablarme, a hacerme preguntas. Yo supuse que no tendría nada malo, así que comenzamos a conocernos entre todos. Me lo contaron todo sobre aquella ciudad y las vidas de aquellos seres.
Desde entonces aquel lugar es para mí donde compartir mis más preciadas historias, un secreto que guardar,…,…,… También es una historia muy larga que conmigo siempre va a estar. Pero sobre todo, es algo que iba a guardar en mi corazón como se puede guardar aquello que es, un diamante.

ROSA CARMEN BONO. 1º ESO B.

viernes, 9 de enero de 2009

SOMBRAS EN EL CAMINO

Eran las seis de la mañana, y como todas las mañanas de mi humilde vida de campesina me levanté para hacer las tareas del hogar.
Tenía doce años, mi madre había muerto hacía un par de años atrás y mi padre se halaba en cama por una grave enfermedad por aquel entonces casi intratable. Pero ese dieciséis de abril de mil seiscientos cuarenta y ocho el médico del pueblo vendría a ver a padre, por lo que ambos teníamos una vaga esperanza de que aquel anciano mercader que era padre pudiera seguir sacando adelante a esa familia hasta que yo encontrara marido y me fuera de casa, y aún así ninguno de los dos creía que eso fuera posible. Yo aún era una niña y aunque padre no muriera, no se le veía capaz de aguantar mucho más.
Una hora, dos horas, tres horas… El tiempo pasaba demasiado rápido ahora que sabía mi destino al comprender el de padre. Me resultaba agobiante pero tenía que alejarme de él para poder coger las cosas necesarias para mi viaje. Me dirigía a Madrid, de entonces en adelante viviría junto a mi hermano Enrique que sin padre ni madre no podía seguir. Pronto acabé y rápidamente subí las escaleras hasta la pequeña habitación en la que se encontraba padre. Pero ya era demasiado tarde. Sus ojos se habían cerrado para siempre y su corazón no volvería a latir. También era demasiado doloroso, pero entonces y asimismo ahora, sabía que quedarme allí a llorarle solamente serviría para retrasar mi viaje y conseguir pasar la noche en la nada.
Cabalgué durante horas parándome un par de veces. La yegua tenía que descansar y yo necesitaba comer algo. Pero los bonitos paisajes me distrajeron consiguiendo sumergirme en mis pensamientos como ya habían hecho tantas veces antes, hasta que me di cuenta de lo tarde que era. Y no solo era tarde por la hora, mi yegua había conseguido desatarse y al girarme solo encontré el verde prado mecido por el viento. Estaba totalmente vacío. ¿Cómo iba ahora a llegar a la ciudad? Estaba lejísimos de ella y nadie pasaba por el camino, ya que su estado era realmente nefasto.
Sin más remedio comencé a andar a un paso lento. El viento soplaba ahora fuertemente y la arena del camino se levantaba hasta impedirme ver más allá de un metro.
Anocheció, cada vez veía peor. En ese momento algo se movió entre los escasos árboles, una siniestra sombra que parecía querer esconderse de mí. No me molestaba que esta no quisiera saber mí, ya que yo tampoco deseaba advertir nada más de ella. Pero aún así cada vez se oía más cerca e inevitablemente mis pies se movían más rápido como acto reflejo ante aquel miedo que los ruidos y sombras provocaban en mí. Este cesó durante un instante para aparecer detrás de mí más tarde. Afortunadamente un carruaje pasó en ese momento. Conseguí pararlo y el amable hombre que lo conducía accedió a llevarme hasta Madrid. Nunca más he vuelto a pasar por ese camino, del que ahora se dice que un embrujo vaga sobre sus tierras.
LAURA HERRERO 1º A.