BLOG DEL DEPARTAMENTO DE LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA DEL IES BAJO ARAGÓN (ALCAÑIZ)

UN BLOG PARA PENSAR, CREAR Y APRENDER

lunes, 25 de mayo de 2009

El Soldadito de Plomo

Érase una vez un soldadito de plomo que tenía tres piernas. Nadie lo quería comprar, hasta que un coleccionista de muñecos raros lo compró.
Como no podía ser de otra manera lo colgó en un estante junto a un osito de peluche con tres orejas y un juguete de acción con dos bocas. Le contaron que aquel coleccionista los había comprado en distintos lugares del mundo; al peluche en Estados Unidos, al juguete de acción en Rusia, como otros países del mundo. El coleccionista se pasaba el día en Internet, buscando otros raros muñecos y observando horas y horas su colección.
Un día llegó con una bailarina con nada más que una pierna. El soldadito pensó, que para ayudarla podía darle una de las suyas. Trazó un plan para deshacerse del coleccionista y liberar a todos los muñecos.
Consistió en que el hombre con tres cabezas vigilara, porque era el que mejor vista, y más ojos tenía. El soldadito y el muñeco irían a buscar a la bailarina, pues estaba en la mesita de noche del coleccionista. Los demás arrancarían el ordenador y lo colgarían delante de la puerta, y lo soltarían cuando llegara el coleccionista. Empezó todo. El soldadito y el muñeco fueron a la habitación del coleccionista, aunque era de noche y estaba oscuro, pero llevaban una linterna. Cuando llegaron a la habitación algo no les había salido como esperaban, el coleccionista tenía en sus manos a la bailarina y, para recuperarla tenían que cruzar por su barriga. El muñeco le dio a una cuerda que tenía preparada, el soldadito escaló por la estantería con la cuerda y cuando estuvo encima del coleccionista se ató la cuerda al cuerpo y se lanzó al vacío, pero el soldadito pesaba más que el muñeco e hizo levantarlo por los aires, que hizo a su vez que se cayeran los dos sobre el coleccionista. Instintivamente, el soldadito fue a por la bailarina mientras el coleccionista gritaba: - ¿Qué? – dijo mirando estupefacto como las figuritas corrían de un lado a otro, los muñecos saltaron de la cama perseguidos por el coleccionista, llegaron a la habitación, por milímetros no los cogió y después le cayó el ordenador en la cabeza y se desmayó.
Instintivamente, todos los muñecos saltaron de sus escondites huyendo. Organizándose bien, llegaron a una tienda de juguetes donde niños y niñas los compraban a pesar de sus malformaciones. El soldadito y la bailarina se hicieron novios y como regalo de bodas, el soldadito le dio una de sus piernas. Los compró una niña de cinco años que los trataba de maravilla.
Manuel Carela. 1º B.

Siento...

Yo siento el sabor
de tus labios de fresa.

Yo siento el olor
del espejo mar.

Yo siento el sonido
del viento colorido,
del melodioso ruiseñor
entonando una sinfonía.

Yo siento en la piel
tus caricias por la mañana.

Yo siento el color
de la hermosa rosa,
cuyo apellido eres tú.

Yo siento el olor,
el sonido, el sabor,
el color y en la piel
al dorado Sol.

Laura Herrero. 1º A.

Los Tres Cerditos

Eran tres cerditos que acababan de abandonar el hogar que tenían junto a su madre. Decidieron ayudarse entre ellos a construir uno nuevo. Los hermanos se pusieron de acuerdo y comenzaron a edificar con cemento y ladrillo. Al acabar, el hermano mayor preparó una buena comida para celebrarlo. Los tres disfrutaron con la comida y pensaron que podrían montar un restaurante para aquellos animales del bosque que no pudieran encontrar comida o quisieran cambiar un poco la rutina. En esto que los cerditos se pusieron a discutir sobre el proyecto. Ninguno quedó conforme, así que se dividieron en tres restaurantes distintos.
El menor hizo un pequeño restaurante con palos, al igual que una cabaña.
El mediano lo construyó con cañas, lo decoró con fotos de refrescantes playas, al ambiente hawaiano.
El mayor, que lo edificó con ladrillo y decoró la fachada con bonitas piedras, parecía una casa rural.
Así, poco después, los hermanos abrieron los locales. Durante días todo marchó bien, hasta que una tarde llegó un hambriento lobo al restaurante del hermano menor, quejándose de la escasez de comida en el bosque. Mientras preparaban la comida, algunos clientes se quejaron del comportamiento del canino. De esta forma lo tuvieron que echar. El lobo, cabreado, sopló y sopló hasta derrumbar el local. El dueño corrió con su hermano y momentos después anunciaron la llegada del lobo. Lo sucedido anteriormente se repitió, un conejo se quejó de cómo le miraba y, sin más remedio que echarlo, el lobo sopló y tiró la amarillenta cabaña. Los dos cerditos corrieron con el hermano mayor y le contaron lo ocurrido. Este tuvo una idea. Cuando el lobo entró le hizo pasar a un salón especial. Al entrar una gran olla repleta de agua hirviendo cayó sobre él, y de esta manera se fue para no volver.
Laura Herrero. 1º ESO A.