A mí no me gusta ir a los cementerios, pero mi perro se había perdido por los alrededores y no me quedó más remedio.
Desde la puerta oía extraños ruidos y sombras que se movían. Conseguí entrar, pero a los cinco pasos sentí algo cerca de mí y salí huyendo. Al llegar a casa se lo conté a mis padres y mis tres hermanos. Mis padres insistían en que no había nada raro ni extraño en el cementerio, pero conseguí volver, esta vez todos juntos.
Al llegar, todavía en la puerta, oímos de nuevo unos ruidos. Papá decía que era el viento, pero cambió de idea cuando vimos a lo lejos un extraño cuerpo que se movía.
Entramos todos en el cementerio y, llenos de miedo, nos pusimos a buscar a mi perro. Por fin lo encontramos, y cuando ya estábamos cerca de la salida nos tropezamos con un ext

Volvimos a casa con el perro, tarde pero tranquilos. Sabíamos que no había nada extraño ni misterioso en aquel viejo cementerio. FIN.
BERTA GARCÍA MARTÍNEZ
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