
- Chicas, yo no conozco este lugar.
A nuestros pies se extendía una cuesta enorme empedrada, con muchísimas casas casi en ruinas que aún conservaban el techo y los tejados. Ya eran las nueve de la tarde. De momento, nos cobijamos en el portal de la casa. Lara propuso que nos quedásemos a pasar la noche, Nuria creyó oportuno que llamásemos a nuestros padres ya que seguía lloviendo fuertemente, Eloísa dijo que no había cobertura y Rebeca asintió con la cabeza. Rebeca era la callada del grupo. En la piedra de la montaña estaba grabado: “Aldea de los espíritus”. Nos quedamos pasmadas. Entramos en la casa con un miedo enorme a pesar de ser aventureras. Comprobamos que la casa estaba llena de espejos.
- Los espíritus y los espejos tienen mucho que ver -dije-.
- ¿En qué? -preguntó Nuria-.
- Mi prima Elena me contó que los espíritus podían ser buenos o malos. Ambos se ven con los espejos. Para mí que la aldea está maldita y llena de espíritus malvados. Si no, los antiguos dueños no pondrían espejos por toda la casa. Tenemos que salir de aquí cuanto antes -dije preocupada-.
Lara anduvo hacia una ventana y la madera del suelo chirrió. Miró a través de ella y vio que la lluvia había cesado, pero había una niebla de aspecto tenebroso y misterioso que no permitía ver ni a un metro, y la chica nos dijo a las demás:
- Ha dejado de llover, pero hay una niebla muy espesa y, por lo tanto, no podemos salir.
Preparamos las camas, que estaban muy viejas y en el desván. Abrimos un baúl en el que había únicamente una carta.
“Querido Marcos, soy Laura. No puedo salir contigo por ahí esta tarde porque me mudo a Alcañiz ya que, si no lo hacemos, los espíritus nos matarán. Laura, 21 - IV - 1919”.
Nuria dedujo que había espíritus malvados en la casa. Teníamos pruebas.
Como Rebeca no había hablado aún, nos giramos para verla y nos dimos cuenta de que no estaba.
En los e

Se acercaba lentamente hacia nosotras. Eloísa cogió un palo y le empezó a golpear. Él la tiró al suelo. Agarró con fuerza su cuchillo, lo levantó hacia arriba y…
El caso es que aparecí en mi cuarto, tumbada en la cama. Era de noche. Pensé: “ha sido sólo un sueño”.
Por la mañana me reuní con mis amigas en el instituto, con todas menos con Rebeca. Seguía sin aparecer, y ya no volvió a aparecer nunca más.
SILVIA BERJÓN ARGENTE (1ºC)
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