La historia nos había hipnotizado. Sentados alrededor del fuego en una mansión vetusta, una noche de Navidad, la historia nos había dejado sin aliento.
Os explicaré todo.
Era 24 de Diciembre y como todos los años antes de cenar me iba con mis amigos a cantar villancicos por las casa.
De pronto, a lo lejos, vimos una mansión enorme:
su tejado puntiagudo rozaba las nubes que cubrían el cielo, sus más de 1.000 ventanas estaban rotas y medio caídas y su alta y estrecha chimenea echaba constantemente un humo negro.
A pesar del terror que nos comía por dentro, decidimos llamar a la puerta.
Nadie nos abría, entonces unos de mis tres amigos decidió llamar un poco más fuerte. Lo que él no se esperaba es que al llamar la puerta se fuera a abrir sola.
Nos asomamos y echamos un vistazo a toda la casa, al ver que no había nadie y que el fuego estaba encendido, decidimos contar historias de miedo.
Comenzó Alberto y dijo:
“Era Nochebuena, como hoy, y una mujer estaba yendo al supermercado con su perro, pero como en las tiendas no pueden entrar animales decidió dejar el perro atado a una farola mientras compraba. Al salir, su perro ya no estaba y asustada entró en un callejón a buscarle, se oían ladridos y de pronto…”
Era el turno de Javier, y comenzó:
“La noche ya caía sobre la ciudad. Un hombre anciano, cuando ya estaba a punto de dormirse, se arropó con las sábanas de su cama y…”
Y así una historia detrás de otra.
Ya nos estábamos yendo y de repente entró al salón un hombre. Muertos de miedo empezamos a gritar, él nos dijo que era el propietario de la casa y que no pasaba nada porque hubiéramos entrado ya que la puerta estaba abierta.
Ya más calmados todos, el hombre nos dijo:
“Os he oído que contabais historias de miedo, si se puede llamar así, porque eso no es nada comparado con lo que yo os voy a contar ahora…
Era el mismo día que hoy pero hace 27 años, como todos los años dejé la puerta abierta para que algún niño entrara y al cabo de un rato bajar y conocerle como ahora a vosotros. Así que bajé, pero no os podéis imaginar lo que vi: había un esqueleto sentado en mi sofá y un niño sangrando cantaba alrededor de la chimenea. De repente me desperté en el hospital, todo había sido un mal sueño al caerme y golpearme en la cabeza al bajar las escaleras. A pesar de que esa imagen no fue real nunca he podido olvidarla.”
Nosotros, a pesar de que todo eso solo hubieran sido alucinaciones de aquel hombre, estábamos temblando de miedo.
Nos despedimos y volvimos cada uno a su casa. Yo, al llegar, estaba pálido y nunca olvidaré aquella terrorífica historia.
Era 24 de Diciembre y como todos los años antes de cenar me iba con mis amigos a cantar villancicos por las casa.
De pronto, a lo lejos, vimos una mansión enorme:
su tejado puntiagudo rozaba las nubes que cubrían el cielo, sus más de 1.000 ventanas estaban rotas y medio caídas y su alta y estrecha chimenea echaba constantemente un humo negro.
A pesar del terror que nos comía por dentro, decidimos llamar a la puerta.
Nadie nos abría, entonces unos de mis tres amigos decidió llamar un poco más fuerte. Lo que él no se esperaba es que al llamar la puerta se fuera a abrir sola.
Nos asomamos y echamos un vistazo a toda la casa, al ver que no había nadie y que el fuego estaba encendido, decidimos contar historias de miedo.
Comenzó Alberto y dijo:
“Era Nochebuena, como hoy, y una mujer estaba yendo al supermercado con su perro, pero como en las tiendas no pueden entrar animales decidió dejar el perro atado a una farola mientras compraba. Al salir, su perro ya no estaba y asustada entró en un callejón a buscarle, se oían ladridos y de pronto…”
Era el turno de Javier, y comenzó:
“La noche ya caía sobre la ciudad. Un hombre anciano, cuando ya estaba a punto de dormirse, se arropó con las sábanas de su cama y…”
Y así una historia detrás de otra.
Ya nos estábamos yendo y de repente entró al salón un hombre. Muertos de miedo empezamos a gritar, él nos dijo que era el propietario de la casa y que no pasaba nada porque hubiéramos entrado ya que la puerta estaba abierta.
Ya más calmados todos, el hombre nos dijo:
“Os he oído que contabais historias de miedo, si se puede llamar así, porque eso no es nada comparado con lo que yo os voy a contar ahora…
Era el mismo día que hoy pero hace 27 años, como todos los años dejé la puerta abierta para que algún niño entrara y al cabo de un rato bajar y conocerle como ahora a vosotros. Así que bajé, pero no os podéis imaginar lo que vi: había un esqueleto sentado en mi sofá y un niño sangrando cantaba alrededor de la chimenea. De repente me desperté en el hospital, todo había sido un mal sueño al caerme y golpearme en la cabeza al bajar las escaleras. A pesar de que esa imagen no fue real nunca he podido olvidarla.”
Nosotros, a pesar de que todo eso solo hubieran sido alucinaciones de aquel hombre, estábamos temblando de miedo.
Nos despedimos y volvimos cada uno a su casa. Yo, al llegar, estaba pálido y nunca olvidaré aquella terrorífica historia.
MARINA GARCÍA ESPALLARGAS 1ºA
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